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Curiosa manera de evitar la pobreza


La multimillonaria australiana Gina Rinehart ha pedido la esterilización de las personas que ganen menos de 77.000 euros al año, alegando que la única forma de evitar la pobreza es impedir que las clases bajas se multipliquen.

En un video subido a su cuenta oficial de YouTube, la heredera minera australiana ha asegurado también que la desigualdad de ingresos se debe a diferencias en la inteligencia. Según Rineharth, la eugenesia, es decir, la aplicación de las leyes biológicas de la herencia para perfeccionar la especie humana, sería la única salida.

«Nuestra nación se enfrenta a una grave crisis económica, ya que la fortaleza del dólar australiano y la caída de precios de las materias primas lastran nuestra capacidad para competir a nivel mundial», ha explicado. «La única solución lógica a esta crisis es el fortalecimiento de la calidad de nuestro recurso más valioso: el capital humano», ha añadido.

«Creo que cualquier pareja que gane menos de 100.000 dólares (unos 77.000 euros) al año debería ser esterilizada por la fuerza a través de una vasectomía o una ligadura de trompas. A aquellos que ganen más de 100.000 dólares al año se les debería animar a tener hasta 10 o 12 hijos», ha afirmado Rinehart.

Según recoge The Daily Currant, Gina Rinehart es la persona más rica de Australia y una de las mujeres más ricas del mundo. La mayor parte de su fortuna proviene de una empresa minera que heredó de su padre y que se convirtió en un importante exportador de mineral de hierro.

A finales del año pasado, Rinehart grabó otro vídeo argumentando que los australianos deberían aceptar salarios más bajos porque la gente en África está dispuesta a trabajar por 2 dólares (1,50 euros) al día.

Rinehart está situada en el puesto 16 en la lista de las mujeres más poderosas del mundo de Forbes, por delante de la primera ministra australiana, Julia Gillard. Su fortuna se estima en más de 21.000 millones de dólares, unos 16.000 millones de euros.

Una joya del cine mudo


  
                          
La historia del cine épico de acción y aventuras de los años cuarenta y cincuenta no se entiende sin la figura de Tyrone Power (1914-1958): El cisne negro, La última flecha, Cuna de héroes, Sangre y Arena... La lista de sus éxitos es interminable y abarca todo tipo de papeles.El mítico padre de la cantante Romina Power (esposa de Al  Bano) fue el más grande representante de una familia de cinco generaciones de actores, y su mismo padre, Tyrone Power Sr (1869-1931), uno de los grandes del cine mudo, casi siempre en papeles malvados.


No así en "¿Dónde están mis hijos?",  que protagonizó en 1916 a las órdenes de Lois Weber, la primera mujer que dirigió películas de cierta entidad, como la que tiene esta pequeña joya fílmica, que narra una historia plena de dramatismo.



Se trata, además, de un durísimo alegato contra el aborto tras un arranque que parece serlo a favor del control de la natalidad, en una época en la que estaban de moda la eugenesia y la creencia en que la criminalidad está determinada por la enfermedad y la pobreza.


El protagonista, el fiscal Richard Walton (Tyrone Power Sr), ejerce la acusación contra un hombre procesado por indecencia pública por propagar el control de la natalidad: "Que sólo nazcan los niños que son queridos. Paremos la matanza de los no nacidos y salvemos la vida de las madres que no quieren serlo", defiende el escritor.

Hoy sabemos bien hasta qué punto el control de la natalidad y el aborto son dos aspectos complementarios de la cultura de la muerte (y no uno prevención del otro), pero en 1916 y en el contexto de un país como Estados Unidos, la película los separa: una vez concluido ese juicio en los primeros minutos, el resto de la película es concluyente contra la eliminación de los inocentes.





Síntesis argumental como guía para ver la película


El fiscal Walton es un hombre a quien le encantan los niños y sufre porque su mujer-interpretada por Helen Riaume- y él no los tienen. Se embelesa con el primer hijo de su hermana, que acude a visitarle, y con los tres retoños de su vecino, que declara aspirar a la media docena.

Richard no lo sabe, pero ni él ni su esposa son estériles. Lo que pasa es que la señora Walton aborrece los hijos y ha abortado tres veces. No por razones económicas o eugenésicas -pues se los presenta como un matrimonio pudiente y distinguido-, sino por frivolidad. Ella y su grupo de amigas están siempre pensando en la siguiente fiesta, y saben que un embarazo es el mayor estorbo para el tipo de diversión que les gusta.


Lo peor es que no se conforma con abortar ella. Es quien facilita a sus amigas la dirección de la consulta del médico que, "una vez decididas a evitar la maternidad", les resuelve el problema. La vemos así acompañar a otra madre a la consulta del doctor Herman Malfit, siempre atento y untuoso con la paciente antes de cometer el crimen.


El drama comienza cuando el hermano de la señora Walton conoce a la hija de su ama de llaves. Aprovechándose de la inocencia de la joven, la seduce y ella queda embarazada. Cuando Lilian lo descubre y acude a él, el señorito se desentiende y busca eliminar el estorbo. Acude a su hermana, quien le remite a la consulta de Malfit.


Pero "esta vez el doctor hace una chapuza", afirman los títulos, sugiriendo que aborta con cuidado a las mujeres de clase alta y de cualquier manera a las de clase baja. Lilian sale casi moribunda del abortorio, y antes de fallecer le confiesa a su madre lo que ha hecho.


Se produce entonces una escena violenta en la que la madre de Lilian insulta y agrede al hermano de Helen y padre del no nacido. Cuando Richard se entera de lo sucedido, expulsa al rufián de su casa y poco después, como fiscal, procesa al doctor Malfit.


El criminal, que se ve en la cárcel, amenaza a Helen y le manda una carta diciéndole que si no convence a su marido de hacer la vista gorda, la involucrará en la causa. Finalmente es condenado a 15 años de trabajos forzados. Al conocer la sentencia, le espeta al fiscal: "Antes de sentar a otros en el banquillo debería mirar en su casa". Sorprendido ante esas palabras, Richard examina los libros de cuentas del matarife y encuentra ahí los abortos de su esposa e incluso los inducidos por ella en sus amigas.


Cuando vuelve a casa, destrozado, encuentra al grupo de amigas de fiesta y las echa de allí: "Acabo de saber por qué muchas de ustedes no tienen niños. Debería llevarlas a los tribunales por homicidio, pero al menos no consentiré que sigan en mi casa". Algunas se van llorando, otras aparentando dignidad.


Cuando se queda a solas con su mujer, la interroga con dramatismo con la frase que da título a la película: "¿Dónde están mis hijos? Yo, un servidor de la ley, ¡tendré que proteger a una asesina!". Y tras rechazar la desesperación de Helen (quien unos días antes, por amor a su marido, había decidido tener hijos), los carteles de la película describen su estado de espíritu: "Toda la noche, Richard Walton lloró por sus hijos perdidos y por la confianza perdida en quien debería haber sido su madre".


En cuanto a ésta, "ahora buscaba la bendición de los hijos que había rechazado. Pero, habiendo pervertido la naturaleza tan a menudo, se encontrará físicamente incapaz de llevar la diadema de la maternidad. A lo largo de los años tuvo que afrontar aquella pregunta: «¿Dónde están mis hijos?»". Y la película refrenda esta idea con unos minutos finales realmente terribles por el dramatismo que implicó eliminar las tres vidas humanas que había llevado en su seno. El matrimonio envejece en solitario, llorando las vidas que podrían haberles rodeado y alegrado la juventud, primero, y la senectud, después.





Pues si algo deja claro la película de Lois Weber, es que desde la concepción hay vida humana, y no hay excusas para eliminarla. Los abortos que se representan son de un mes, y a los pequeños no nacidos se les representa como ángeles que bajan desde el cielo a la tierra (una puerta se abre simbólicamente para dejarles marchar) en cuanto comienza el embarazo.

Y ahora, a disfrutar la película......