Curso de Instructores del Método Billings

Lo que los niños necesitan de sus padres


por Luis Fernández Cuervo

Mucha gente no termina de comprender por qué, para un país, las familias numerosas son un gran bien. Además es triste que las parejas que han planificado tener sólo uno o dos hijos, traten a esas otras familias de irresponsables. Lo cierto es que criar y educar muchos hijos, además de para la sociedad, también son un bien para los padres y para sus hijos siempre que los críen y educen en un ambiente de libertad responsable, de alegría y amor.

Hay parejas que les gustaría tener más de dos hijos pero que, por diversas circunstancias, no tienen más que dos. De ellos no se habla aquí. Hablo de esas parejas equivocadas que deciden tener sólo dos porque piensan que eso es lo mejor. Son las mismas que critican de irresponsables a los matrimonios que tienen cuatro o más hijos. Todo está en entender la enorme diferencia que va del recibir los hijos como un don, a decidir tener uno o dos como una adquisición.

Esas parejas, orgullosas y satisfechas de su “paternidad responsable” defienden su conducta con razones como si las hubieran pensado por sí mismas, pero que en realidad son las mismas fabricadas por la internacional antinatalista, ésa que se financia, entre otras fuentes, con las donaciones de millonarios “altruistas”, obsesionados en frenar la natalidad por cualquier medio, incluyendo el aborto.

Sus “razones” son: a) tener pocos hijos es para darles mejor educación; b) pocos hijos favorecen el desarrollo económico de un país; c) es mejor para la salud de la madre, porque mucha lactancia y muchos partos estropean la figura y envejecen; d) muchos hijos ayudan al deterioro del medio ambiente. Algunos añaden que una doctora o enfermera les ha asegurado que “los muchos partos favorecen el cáncer de útero”. Cuando son “católicos” lo rematan diciendo que un sacerdote les dijo que podían usar anticonceptivos.

Aclaremos, primero lo secundario: El cáncer del interior de la matriz es propio de mujeres que nunca tuvieron hijos. El del cuello de la matriz, es de origen viral, contagiado por el compañero sexual. Cuantos mas compañeros, mas boletos para obtener el premio de un cáncer cervical. La lactancia dificulta el cáncer de glándula mamaria; en cambio los anticonceptivos hormonales y los abortos lo favorecen. La maternidad solo envejece si se vive en la miseria. La baja natalidad crea grandes males económicos. Europa puede atestiguarlo. Y el mayor deterioro del medio ambiente lo causan los países ricos, que tienen la natalidad en crisis.

Ese argumento “católico” es mas falso que Judas. Todo sacerdote que lo permite o recomienda dice lo contrario de lo que manda claramente la Iglesia, desde la “Humanae Vitae” de Pablo VI al magisterio posterior de Juan Pablo II y Benedicto XVI.

En cuanto a la razón más “altruista”: tener pocos hijos es darles mejor educación, olvida que lo que mas necesita cualquier niño o niña son hermanos; muchos hermanos. Además de lo que enseña la experiencia, hay estudios muy contundentes de sociólogos y psicólogos que lo demuestran. Todo niño necesita relacionarse, desde muy pequeño y en un ambiente de cariño hogareño, con varios hermanos, mejor si son de los dos sexos. Algo muy valioso para la formación de la personalidad.

En cambio los padres planificadores deciden tener hijos cuando mejor les conviene. No reciben un regalo, lo adquieren. Y la “mejor educación” suelen entenderla con igual mentalidad consumista: mínimos disgustos y sacrificios, máximo de placeres, comodidades y tener muchas cosas: juguetes, vehículos, artefactos tecnológicos “último modelo”, etc. Todo un conjunto y equilibrio de egoísmos. Peor, si se dedican a modelar la estatua del hijo atiborrándole de “actividades extras” (judo, natación, guitarra, etc.). Son hijos-objeto. Una propiedad más.

Si se les acusa de egoístas, protestan y dicen que ellos quieren y cuidan a sus hijos. Es cierto, pero en la misma línea -aunque sean los primeros de esa lista- con que aman y cuidan sus carros, sus hobbies, sus perros, su salud, su gimnasio, sus caprichos.

Para los padres criticados por tener muchos hijos les ofrezco respuestas que dieron otros en su mismo caso. Una madre de nueve hijos: "No medimos nuestro sentido de responsabilidad por el número de niños que tenemos, sino por lo que hacemos con ellos". Pero… -¿hay tiempo para querer a tantos? Respuesta: "El amor se multiplica. Cada uno de ellos cuenta con ocho hermanos que lo adoran". De un papá acosado: los niños invitan al sacrificio y estimulan la bondad de las personas. Los niños hacen del mundo un lugar mejor porque obligan a sus padres a madurar, al hacerles pensar en las necesidades de los demás. Y la frase de un padre feliz de 16 hijos: “en una familia numerosa, las penas se dividen y las alegrías se multiplican.”

De don a producto


por el Dr. Max Silva Abott

Prof de Fil. del Derecho en la U.C. de la Ssma. Concepción (Chile)
Fuente: A&A http://blogs.catholic.net/analisisyactualidad


Sucedió este 2009, en Estados Unidos. Un matrimonio decidió acudir a una clínica de fertilidad a fin de implantar en la mujer un embrión congelado que tenían guardado desde hace años. Sin embargo, a las pocas semanas se le comunicó que le habían puesto un embrión equivocado.

Sorprendido, el matrimonio deliberó qué hacer: si abortar, como le ofreció el establecimiento de salud, o esperar al nacimiento para devolver al niño. La pareja decidió esto último, y sin querer, la mujer se convirtió involuntariamente en un vientre de alquiler. Finalmente, el niño nació hace algunos días y fue entregado a sus padres biológicos.

Como si fuera poco, a la misma mujer se le diagnosticó una enfermedad que le impedirá llevar adelante un nuevo embarazo con el embrión de su propiedad, lo que hace plausible que acudan a un vientre de alquiler.

La noticia salió a la luz para crear conciencia acerca de estas situaciones inexcusables, a fin de que otros padres no tengan que pasar por lo mismo. En el fondo, se está tratando este problema como un mero “error administrativo” que traería una especie de “daño moral” por los perjuicios ocasionados; algo así como el mal rato que puede ocasionar la entrega de un automóvil equivocado, por ejemplo.

Sin embargo, y como ya ha ocurrido muchas veces en situaciones como esta, el gran ausente de todo este embrollo es el niño, o mejor, los niños, pues en este drama aún queda uno congelado. ¿Dónde quedó la dignidad y los derechos de estos niños? Tómese en cuenta que a su respecto, el trato no puede haber sido más despectivo: se los creó artificialmente en un laboratorio; seguramente se seleccionaron los más sanos y los sobrantes deben haber sido desechados o sometidos a experimentación; los afortunados fueron congelados en nitrógeno líquido, quedando fuera del tiempo; posteriormente, se descongeló a uno para implantarlo y para colmo, en un vientre equivocado; se contempló la posibilidad de abortarlo, como un artefacto que salió defectuoso o que no cumple las expectativas de quienes lo encargaron; sin embargo, se le permitió continuar (qué considerados, ¿no?) y finalmente, se lo entregó a sus padres biológicos; con todo, aún queda por ver si se acudirá a otro vientre de alquiler para que nazca el niño que aún está congelado.

Todo esto y muchas otras situaciones que nos sorprenden, son el lógico resultado de haberle quitado a estos niños, de manera completamente arbitraria, su calidad de persona y pretender darles el estatuto de cosa. De este modo, la vida ha dejado de ser un don recibido para transformarse en un producto por encargo, que si no cumple las expectativas, puede ser desechado tranquilamente, como muestra esta lamentable situación.

Pero la pregunta es obvia: ¿Quién nos ha dado la atribución para tratar así a nuestros semejantes? ¿Dónde quedó la igualdad esencial del género humano?

La última palabra


por Jorge Scala
Hace unos años di una conferencia en la Legislatura de Mendoza, en la Argentina. Pocos meses antes, la suprema corte de dicha Provincia, en un fallo inicuo, había condenado a muerte –mediante aborto-, a una persona por nacer, concebida por una adolescente deficiente mental que había sido violada.

El tema de la ponencia fue “familia y políticas internacionales”. Una radio evangélica puso al aire en directo la conferencia. En un momento de la misma, hice mención al asesinato “legal” de esa persona por nacer, ocurrido hacía poco; y por orden de la cabeza del Poder, cuya función es proteger los derechos de la gente…. Al término de la plática, el encargado de la transmisión radial, visiblemente nervioso, me relató lo que había sucedido. Mientras transmitían la conferencia, la emisora daba un número telefónico, para que los oyentes pudieran hacer comentarios en vivo. Llamó una señora, y dijo algo así como: -“Muchas gracias. Vine a hacerme un aborto, pero como estaba tan nerviosa, aquí me encendieron la radio para tranquilizarme. Escuché lo que dijo ese señor que estaba hablando. Me estoy escapando de aquí. Muchas gracias…”.

Este suceso tiene una peculiaridad que quisiera subrayar. Varios hechos aparentemente desconectados, sucedieron cronológicamente en unos pocos minutos exactos:

Viajé a otra ciudad para dar una conferencia; la misma tenía un horario preciso de comienzo y de final;

el responsable de una radio evangélica, me pidió permiso para transmitir en vivo la plática, minutos antes del inicio;

una mujer tenía turno asignado para abortar;

en un instante preciso hice la referencia al reciente aborto “judicial”;

en ese preciso instante alguien, para calmar a la mujer, enciende la radio justo en el dial que transmitía mis palabras;

en ese preciso instante, Alguien tocó el corazón de esa mujer, para que desistiera de matar a su hijo, puesto que mis palabras sólo fueron el vehículo para tocar ese corazón.

Ahora bien, aún sumando y concatenando con precisión cronológica absoluta todos estos hechos; aún así nos está faltando un acontecimiento inicial, absolutamente decisivo: si la justicia mendocina no hubiera condenado a muerte al primer bebé, y no lo hubieran ejecutado; ni los organizadores del evento, lo habrían preparado, ni me hubieran invitado, ni hubiera viajado a Mendoza, la radio evangélica habría transmitido cualquier otra cosa, y el segundo bebé ya estaría muerto…

En pocas palabras, y esto es lo que quiero resaltar: si el primer niño no hubiera sido asesinado públicamente, el segundo bebé habría sido ejecutado. Fue necesario el sacrificio de la primera vida, para salvar la segunda. Y esto es así porque, en definitiva, Dios Nuestro Señor es quien tiene, siempre, la última palabra. Tengo la absoluta certeza que la pública ejecución del primer bebé, ha sido muy fecunda; sólo conozco el caso relatado, pero estoy totalmente convencido, que no ha sido la única vida salvada gracias a él.

Ojalá recordemos siempre, en los momentos duros que nos toque atravesar, en esta aventura de promover la vida y la dignidad humanas, que el Buen Dios es quien tiene la última palabra, la más importante, la decisiva.