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Mis súplicas no fueron escuchadas


Fuente: Afa & Omega

Anne Sophie Meaney abortó después de ser violada a los 15 años. Se arrepintió, pero ya era tarde. Su aborto la marcó de por vida y la ha llevado a fundar una Congregación religiosa en defensa de la vida. La escritora María Vallejo-Nágera dio a conocer esta conmovedora historia –que ha inspirado su última novela–, el pasado 18 de marzo, en Burgos, en la presentación de la Fundación Esperanza y Vida. La propia Anne Sophie, que ahora tiene 54 años, escribió una carta para que se leyera a los asistentes al acto. En ella, decía:

«Fui maltratada y violada durante mi niñez y mi adolescencia. Una de estas terribles violaciones tuvo como consecuencia el embarazo no deseado de un bebé que aborté voluntariamente a la edad de 15 años. Tanto los servicios sociales como mi familia biológica me convencieron de que lo que llevaba en el vientre no era más que un tejido y que debía abortarlo. Debido a retrasos burocráticos, no me practicaron el aborto hasta que hube cumplido los seis meses y medio. Cuando me tumbé en la camilla, mi bebé (que, por supuesto, no era un tejido), comenzó a patear. Supliqué al equipo médico que me dejaran ir. Pero mis súplicas no fueron escuchadas.

Cuando, semanas más tarde, me exploró el médico en cuyas manos murió mi hijo, le pregunté sobre el sexo de mi bebé, a lo que respondió sin ningún tipo de remordimiento: ¿Cómo lo voy a saber si salió hecho un montón de pedazos quemados?

Mi existencia quedó marcada; durante muchos años padecí pesadillas, taquicardias y un gran dolor en el alma. Nadie puede saber lo rota que queda una vida después de haber cometido un aborto. Yo les digo con absoluto conocimiento de causa que nada, ni nadie aliviará las heridas, muchas veces ocultas en la psique, de las mujeres que se someten a un aborto.

He necesitado muchos años y la llegada de la fe en Dios a mi vida para superar el espantoso trauma que me provoqué a mí misma. El pecado que cometí fue tan abismal, que no sólo acabó con mi alegría sino que me acercó a un pozo profundo que a punto estuvo de empujarme al suicidio. Afirmo con rotundidad que es el peor pecado que he cometido, y he sido una gran pecadora».

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