El curioso caso de la familia Prado
“Por sus frutos los conoceréis” dice Cristo en el evangelio de Mateo 7, 16. La familia Prado, que vive en la ciudad argentina de San Rafael se puede decir que ha dado frutos entre sus 15 hijos, puesto queocho de los hermanos han escuchado la llamada de Dios para dejarlo todo y convertirse en sacerdotes o religiosas en el Instituto del Verbo Encarnado. Santiago Prado, de 24 años, uno de los hermanos que tiene novia y espera casarse da la explicación de lo que sucede en su casa: “La clave es que cada uno sea dócil a la voluntad de Dios, lo que nos hace una familia muy feliz”.
Ricardo Prado, el padre, asegura que “el tesoro más grande en mi vida es mi familia, porque tengo el amor de quince hijos y una esposa. Eso me hace verdaderamente feliz. El hombre padre de familia no alcanza a realizarse en su trabajo, en su empresa, sino se realiza primero en la familia. Por eso yo digo a todos los papas que apuesten primero a la familia que es el bien verdadero”.
La madre de la familia numerosa, Bibiana Prado, comparte que “estoy cada día más convencida quelos hijos no son una propiedad privada, los hijos son de Dios. Es como si los papas tuviésemos unas almitas en calidad de préstamo”.
Uno de los hijos, Gabriel Prado, sacerdote a sus 25 años, explica que “estoy infinitamente agradecido a Dios por este don del sacerdocio y también al Instituto del Verbo Encarnado, mi segunda familia. Tuve la gracia de conocer al padre Buela, el fundador, desde muy chico. Mi padre Ricardo, en el año 1992, hizo unos ejercicios espirituales que los predicó el padre Buela y después de eso tomó la decisión de vender todo lo que teníamos y venirse a vivir aquí a San Rafael. Y Dios, en premio a esos sufrimientos y sacrificios que tuvo que hacer, le regaló ocho hijos con vocación religiosa”.
Sor María Reina de los Cielos, de 27 años, la mayor de los hermanos de la familia, en la imagen de la izquierda, afirma que “por gracia de Dios hace cinco años que soy misionera en Islandia”. Agustín, con 23 años, interviene para decir que “no tengas miedo de dar a Dios lo que es de Dios, como han hecho todos los santos dando amor por amor, vida por vida, el todo por el todo. No hay que tener miedo a entregarse a Jesucristo, puesto que si Él nos llama no es para quitarnos algo sino para entregárnoslo todo”. Agustín al igual que Martín que tiene 22 años están terminando sus estudios para ordenarse sacerdotes. Martín que trabaja en favor de la vida dice que “quiero agradecer a papá y mamá por estar abiertos a la vida”.
José Prado, de 20 años, entró al seminario menor cuando tenía 15. Luís, con 18 años, descubrió su vocación a los 11 años y ahora está en el noviciado y afirma que “agradezco a mis padres haberme dejado seguir a Jesucristo desde tan pequeño”. Mercedes, de 16 años, se está preparando para ser religiosa y Juan, con 13 años está en el seminario menor.
El P. Gabriel Prado desea subrayar a todos los jóvenes que estén discerniendo su vocación que “no tengan miedo. Que van a tener que dejar todo, es verdad. Que se entregan a una vida difícil de abandono, es verdad. Que muchas veces somos débiles y nos faltan fuerzas y nuestras miserias son muchas, es verdad. Pero es mucho más cierto que Cristo es quien nos llama y Él es quien nos da la fuerza. Entregarse a Dios es la obra más grande que pueden hacer en sus vidas”.
La madre de familia, Bibiana, comparte que “cuesta mucho cuando se van los hijos y duele. Cada hijo tiene un lugar en el corazón del papá y de la mamá. Pero este dolor es como dice el poeta. Morir cada día es una forma de vivir para la eternidad”.
La séptima hermana de la familia, Cecilia, con 19 años, que no ha sentido la llamada a la vocación religiosa, desea testimoniar que “sé que muchas familias piensan que somos una familia rara que pasamos el día en la iglesia o rezando, pero no es así. Esta familia es igual que todos. Tenemos nuestros momentos de diversión, de hacer tareas, ahora me toca planchar…Lo único que somos una familia bendecida con muchas vocaciones religiosas como tantas otras familias”.
Teresita, con 7 años, extraña que ocho de sus hermanos no estén en casa y Santiago, de 24 años, dice de quienes han sido llamados por el Señor: “Estoy muy contento que hayan tenido la fuerza y la voluntad de seguir a Cristo. La clave es que cada uno sea dócil a la voluntad de Dios, lo que nos hace una familia muy feliz. En cuanto a mi soy abogado, tengo novia y esperamos pronto poder casarnos y tener hijos”.
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