Curso de Instructores del Método Billings

En defensa del matrimonio

por el P. Roberto J. González Raeta
Parroquia Inmaculada Concepción
Monte Grande (Buenos Aires)

Estimados hermanos:

Hoy, a causa de una minoría, está en peligro la verdad sobre el matrimonio.

Como ustedes saben, se está discutiendo la ley sobre el matrimonio homosexual y como se hace uso y abuso del verbo discriminar, desearía, en primer lugar, aclarar el contenido de la acción de discriminar: es, según el diccionario, hacer diferencias, separar, y es sinónimo de distinguir. Y “la claridad de todo diálogo exige un discernimiento en orden a reconocer (CEA, 40. 20. IV. 2010), la verdad; esto no supone menospreciar ni discriminación en su acepción de trato desigual.

Otro punto que debemos tener en cuenta es la preocupante pérdida del sentido del orden natural y desconocimiento de la naturaleza o esencia del hombre, de la mujer, de la familia, de las leyes y de su fundamento en Dios.

En función y servicio a la verdad, les propongo un pequeño esfuerzo intelectual.

Podemos distinguir dos aspectos de la ley natural: la ley natural analítica (también llamada leyes de la naturaleza o ley de la naturaleza) y la ley natural normativa. La primera es universal y no puede ser controlada o modificada por los seres humanos.
Se puede, en cambio, tratar de comprender estas leyes y utilizar estos conocimientos para alcanzar objetivos. Nadie puede escapar de los efectos de la ley natural. Como estas leyes no pueden violarse, se cuidan por sí mismas, no es necesario imponerla por la fuerza.

Las leyes naturales normativas, en cambio, establecen preceptos para nuestro comportamiento. Los seres humanos pueden violar las leyes naturales normativas, pero no pueden evitar las consecuencias de su elección. Tanto la ley natural analítica como la normativa son de extrema importancia para el orden social y económico .Las posibilidades de éxito de las acciones humanas serán mayores cuando más se acomode y tengan en cuenta a ambas ramas de la ley natural (Cfr. Alejandro. A. Chafuen:”Raíces cristianas de la economía de libre mercado”).

Es importante atender también a la ecología humana y reconocer que todo aquello­ - enseña Santo Tomas de Aquino - que es contrario al orden de la razón es contrario también a la naturaleza humana per se.

La ley natural, la luz por la que conocemos lo que debemos hacer y lo que debemos evitar, nos la ha dado Dios con la misma creación, así lo enseña san Pablo en Rom. 1, 19-20. El hombre ha sido creado con un fin determinado, que está impreso en su naturaleza, que lo impulsa libremente, de acuerdo a la dignidad que le es propia como criatura libre. Este fin, no se lo impone el hombre, ni lo elige, sino que le viene dado, y el hombre debe reconocerlo y obedecerlo pues en ello se juega su dignidad. Él no puede tener otro fin que dar gloria a Dios, su creador.

El hombre puede, porque es libre, renunciar a su dignidad, y de hecho lo hace, al contradecir la luz de su propia razón natural y su debida inclinación.

Hermanos, debemos ser concientes que vivimos inmersos en una marejada tempestuosa de concepciones y acontecimientos inimaginables en otras épocas.

Parece que hoy, y en materia grave como es la naturaleza del matrimonio, la norma parece ser: “si es posible, es bueno y verdadero”.

Queridos hermanos, los cristianos no nos podemos dar el lujo de hacer silencio sobre cuestiones que hacen a la salud de la humanidad y debemos afirmar que “la homosexualidad no es sexualidad” (“Persona humana”, Roma 29. XII. 1975).

En un congreso de homosexualidad celebrado en Estados Unidos en 1973 se afirmó que los homosexuales eran víctimas de una injusticia, a causa de un error grave y plurimilenario de la sociedad y también de la Iglesia. El error consistiría en haber aceptado, como ley de naturaleza y consiguientemente, de Dios, la heterosexualidad cual única forma lícita de la sexualidad en la relación íntima interpersonal. No se trataría de ley de naturaleza o de Dios, sino de simple modelo cultural, sacralizado posteriormente como tabú. Estas afirmaciones no son otra cosa que una promoción exultante a nivel mundial de la homosexualidad.

Hermanos, en esta materia, parecería que la consigna es avanzar, avanzar siempre, a cualquier costo y caiga quien caiga.

Los obispos argentinos afirman que “el Estado actuaría erróneamente y entraría en contradicción con sus propios deberes al alterar los principios de la ley natural y del ordenamiento público de la sociedad argentina” (CEA, 3. 20. IV. 2010).

Para finalizar, recordemos lo que san Pablo en la Carta a los Romanos nos enseña, sin eufemismos y con claridad, sobre este tema: los hombres, “jactándose de sabios se volvieron estúpidos, (…). Por eso Dios los entregó a las apetencias de su corazón hasta una impureza tal que deshonraron entre sí sus cuerpos; a ellos que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, (…). Por eso los entregó Dios a pasiones infames; pues sus mujeres invirtieron las relaciones naturales por otras contra la naturaleza; igualmente los hombres, abandonando el uso natural de la mujer, se abrazaron con deseos los unos por los otros, cometiendo la infamia de hombre con hombre, recibiendo en sí mismos el pago merecido de su extravío” (Rom. 1, 22-27).

Ante estas palabras de San Pablo, no olvidemos que la Iglesia ama, con entrañas de madre, al enfermo pero no a la enfermedad.

Hermanos, pidamos al buen Dios que nos ayude a custodiar el preciado don del matrimonio que no es solamente un tema religioso como se nos quiere hacer creer, la verdad sobre el matrimonio es una cuestión de ley natural común para todo ser humano; que sostenga en todos “la sana ambición de ser hombre” (Juan Pablo II, Disc. en la UNESCO), y por último que nos libre del miedo, de la cobardía y que podamos asumir las consignas que san Pablo nos da en la carta a Timoteo:

“Te conjuro en la presencia de Dios y de Cristo Jesús que ha venido a juzgar a vivos y muertos, por su Manifestación y por su Reino. Proclama la palabra, insiste a tiempo y a destiempo, reprende, amenaza, exhorta con toda paciencia y doctrina. Porque vendrá un tiempo en que los hombres no soportarán la doctrina sana y, arrastrados por sus propias pasiones, se harán con un montón de maestros por el prurito de oír novedades, apartarán sus oídos de la verdad y se volverán a las fábulas. Tú, en cambio, pórtate con toda prudencia, soporta los sufrimientos, realiza la función de evangelizar, desempeña a la perfección tu ministerio” (II Tim. 4, 1-5).

No olvidemos que la virtud no sólo es razonable, sino que hace buenos al hombre y a sus obras

G. in D.

P. Roberto J. González Raeta

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