La Legislación sobre la Vida en el Documento de Aparecida
Fuente: FUNDAR
Entre las diversas realidades pastorales abordadas por los Obispos Latinoamericanos en su V Conferencia General celebrada en Aparecida en mayo de este año, se encuentra el tema de la cultura de la vida.
El Documento Conclusivo de este encuentro resulta un valioso instrumento para la acción evangelizadora de la Iglesia, en tanto propone “numerosas y oportunas indicaciones pastorales”, como ha dicho Benedicto XVI al dar su aprobación al texto. Por su complejidad y la vastedad de materias tratadas, nos concentraremos en esta gacetilla en analizar qué consideraciones se formulan sobre las leyes vinculadas con la vida humana en América Latina.
Podemos resumir las líneas pastorales de Aparecida sobre la legislación relativa a la vida en los siguientes puntos:
1) Una firme denuncia de los crímenes contra la vida y la familia, señalando que el derecho a la vida es fundamento de la misma convivencia social y de los derechos humanos.
2) Una línea de acción testimonial, centralmente por medio de la “objeción de conciencia” y la “coherencia eucarística”, con un fuerte llamado a la responsabilidad de legisladores y gobernantes.
3) Una línea de trabajo a través del compromiso laical, por medio de la participación en organismos nacionales e internacionales y de la promoción de leyes favorables a la vida, el matrimonio y la familia.
Veamos un desarrollo más extenso de estas líneas:
a) Las leyes injustas y sus causas: en el capítulo 2, dedicado a “La mirada de los discípulos misioneros sobre la realidad”, al hablar de la dimensión socio-política se denuncia que “algunos parlamentos o congresos legislativos aprueban leyes injustas por encima de los derechos humanos y de la voluntad popular” (n. 79). Si bien no hay una mención explícita, parece entendido que entre estas leyes “injustas” se encuentran las que vulneran el derecho a la vida y legalizan el aborto o promueven la salud reproductiva. Es interesante ver que entre las razones que motivan estas leyes se señala que esto ocurre porque dichos congresos no están “cerca de sus representados” ni saben “escuchar y dialogar con los ciudadanos”, pero también “por ignorancia, por falta de acompañamiento, y porque muchos ciudadanos abdican de su deber de participar en la vida pública” (n. 79).
b) La ideología de género y los atentados contra la vida: en este análisis de la realidad también se denuncia que “entre los presupuestos que debilitan y menoscaban la vida familiar” se encuentra “la ideología de género, según la cual cada uno puede escoger su orientación sexual, sin tomar en cuenta las diferencias dadas por la naturaleza humana” (n. 40). Entre las consecuencias de esta ideología se señala que “esto ha provocado modificaciones legales que hieren gravemente la dignidad del matrimonio, el respeto al derecho a la vida y la identidad de la familia” (n. 40).
c) Derechos individuales exacerbados: otra nota de importancia en esta mirada sobre la realidad, es la denuncia de un cambio cultural que “deja de lado la preocupación por el bien común para dar paso a la realización inmediata de los deseos de los individuos, a la creación de nuevos y, muchas veces, arbitrarios derechos individuales, a los problemas de la sexualidad, la familia, las enfermedades y la muerte” (n. 44). En el mismo sentido, se denuncia que hay una “tendencia hacia la afirmación exasperada de derechos individuales y subjetivos”, en una búsqueda “pragmática e inmediatista” (n. 47).
d) Responsabilidad de los legisladores en la protección de la vida: en el capítulo 9 que se titula “Familia, personas y vida”, ubicado en la tercera parte dedicada a “La vida de Jesucristo para nuestros pueblos”, se señala la esperanza de que “legisladores, gobernante y profesionales de la salud, conscientes de la dignidad de la vida humana y del arraigo de la familia en nuestros pueblos, la defiendan y protejan de los crímenes abominables del aborto y de la eutanasia” (n. 436).
e) Objeción de conciencia: constatando la realidad de las “leyes y disposiciones gubernamentales que son injustas a la luz de la fe y la razón”, los Obispos señalan que “se debe favorecer la objeción de conciencia” (n. 436). En el mismo sentido, al hablar de las acciones promovidas para edificar una cultura de la vida se señala la de “asegurar que la objeción de conciencia se integre en las legislaciones y velar para que sea respetada por las administraciones públicas” (n. 469 i). Esta necesidad de “asegurar” la objeción de conciencia surge de que “en algunos Estados” ha aumentado “el desprecio a la objeción de conciencia” (n. 80).
f) Coherencia eucarística: en continuidad con esta línea testimonial, recogiendo la reciente exhortación “Sacramentum Caritatis”, se señala que “debemos atenernos a la ‘coherencia eucarística’, es decir, ser conscientes de que no pueden recibir la sagrada comunión y al mismo tiempo actuar con hechos o palabras contra los mandamientos, en particular cuando se propician el aborto, la eutanasia y otros delitos contra la vida y la familia” (n. 436). Se trata de una responsabilidad que “pesa de manera particular sobre los legisladores, gobernantes y los profesionales de la salud” (n. 436).
g) Promover políticas y leyes favorables a la vida y la familia: entre las acciones que se promueve en el marco de la pastoral familiar, se incluye la de “promover, en diálogo con los gobiernos y la sociedad, políticas y leyes a favor de la vida, del matrimonio y la familia” (n. 437 d).
h) Nuevos retos de la cultura de la vida: en el mismo capítulo 9, al considerar el tema de la “cultura de la vida”, se señala que existen hoy “retos nuevos que nos piden ser voz de los que no tienen voz” (n. 467). Entre los que no tienen voz y son “un reclamo de vida digna que grita al cielo y que no puede dejar de estremecer” se resalta al “niño que está creciendo en el seno materno” y a “las personas que se encuentran en el ocaso de sus vidas” (n. 467).
i) Crímenes abominables: frente a este reclamo de los que no tienen voz, se denuncia con particular firmeza que “la liberalización y banalización de las prácticas abortivas son crímenes abominables, al igual que la eutanasia, la manipulación genética y embrionaria, ensayos médicos contrarios a la ética, pena capital , y tantas otras maneras de atentar contra la dignidad y la vida del ser humano” (n. 467).
j) La vida, fundamento de los derechos humanos: en consonancia con las enseñanzas de Juan Pablo II en su Encíclica “Evangelium Vitae”, los Obispos denuncian la centralidad de la defensa de la vida en la convivencia humana, pues “si queremos sostener un fundamento sólido e inviolable para los derechos humanos, es indispensable reconocer que la vida humana debe ser defendida siempre, desde el momento mismo de la fecundación. De otra manera, las circunstancias y conveniencias de los poderosos siempre encontrarán excusas para maltratar a las personas” (n. 467). Tal dimensión social del derecho a la vida es reconocida con alegría en la primera parte, cuando se “bendice” a Dios Padre “porque todo hombre abierto sinceramente a la verdad y al bien, aún entre dificultades e incertidumbres, puede llegar a descubrir en la ley natural escrita en su corazón (cf. Rm. 2, 14-15), el valor sagrado de la vida humana, desde su inicio hasta su término natural, y afirmar el derecho de cada ser humano a ver respetado totalmente este bien primario suyo. En el reconocimiento de este derecho, se fundamenta la convivencia humana y la misma comunidad política” (n. 108).
k) Participación laical: entre las acciones impulsadas para edificar la cultura de la vida se señala la de “promover la formación y acción de laicos competentes, animarlos a organizarse para defender la vida y la familia, y alentarlos a participar en organismos nacionales e internacionales” (n. 469 h)
Junto con este análisis centrado en el tema legislativo, no puede dejar de señalarse cómo el tema de la Vida está presente a lo largo de todo el documento, comenzando por el mismo título que congregó a la Conferencia General: “Discípulos y misioneros de Jesucristo para que nuestros pueblos en Él tengan vida”. De esta manera, lejos de una aproximación “activista” al tema de la cultura de la vida o de un enfoque puramente estratégico o centrado en algunas acciones aisladas, nos animamos a decir que en Aparecida la cuestión de las leyes sobre la vida se comprende a la luz de la gran misión del cristiano, que es ser discípulo de Jesucristo, para compartir su misma vida trinitaria, y llevarla como misionero a los pueblos para que en Él tengan vida.
Fuente: FUNDAR
Entre las diversas realidades pastorales abordadas por los Obispos Latinoamericanos en su V Conferencia General celebrada en Aparecida en mayo de este año, se encuentra el tema de la cultura de la vida.
El Documento Conclusivo de este encuentro resulta un valioso instrumento para la acción evangelizadora de la Iglesia, en tanto propone “numerosas y oportunas indicaciones pastorales”, como ha dicho Benedicto XVI al dar su aprobación al texto. Por su complejidad y la vastedad de materias tratadas, nos concentraremos en esta gacetilla en analizar qué consideraciones se formulan sobre las leyes vinculadas con la vida humana en América Latina.
Podemos resumir las líneas pastorales de Aparecida sobre la legislación relativa a la vida en los siguientes puntos:
1) Una firme denuncia de los crímenes contra la vida y la familia, señalando que el derecho a la vida es fundamento de la misma convivencia social y de los derechos humanos.
2) Una línea de acción testimonial, centralmente por medio de la “objeción de conciencia” y la “coherencia eucarística”, con un fuerte llamado a la responsabilidad de legisladores y gobernantes.
3) Una línea de trabajo a través del compromiso laical, por medio de la participación en organismos nacionales e internacionales y de la promoción de leyes favorables a la vida, el matrimonio y la familia.
Veamos un desarrollo más extenso de estas líneas:
a) Las leyes injustas y sus causas: en el capítulo 2, dedicado a “La mirada de los discípulos misioneros sobre la realidad”, al hablar de la dimensión socio-política se denuncia que “algunos parlamentos o congresos legislativos aprueban leyes injustas por encima de los derechos humanos y de la voluntad popular” (n. 79). Si bien no hay una mención explícita, parece entendido que entre estas leyes “injustas” se encuentran las que vulneran el derecho a la vida y legalizan el aborto o promueven la salud reproductiva. Es interesante ver que entre las razones que motivan estas leyes se señala que esto ocurre porque dichos congresos no están “cerca de sus representados” ni saben “escuchar y dialogar con los ciudadanos”, pero también “por ignorancia, por falta de acompañamiento, y porque muchos ciudadanos abdican de su deber de participar en la vida pública” (n. 79).
b) La ideología de género y los atentados contra la vida: en este análisis de la realidad también se denuncia que “entre los presupuestos que debilitan y menoscaban la vida familiar” se encuentra “la ideología de género, según la cual cada uno puede escoger su orientación sexual, sin tomar en cuenta las diferencias dadas por la naturaleza humana” (n. 40). Entre las consecuencias de esta ideología se señala que “esto ha provocado modificaciones legales que hieren gravemente la dignidad del matrimonio, el respeto al derecho a la vida y la identidad de la familia” (n. 40).
c) Derechos individuales exacerbados: otra nota de importancia en esta mirada sobre la realidad, es la denuncia de un cambio cultural que “deja de lado la preocupación por el bien común para dar paso a la realización inmediata de los deseos de los individuos, a la creación de nuevos y, muchas veces, arbitrarios derechos individuales, a los problemas de la sexualidad, la familia, las enfermedades y la muerte” (n. 44). En el mismo sentido, se denuncia que hay una “tendencia hacia la afirmación exasperada de derechos individuales y subjetivos”, en una búsqueda “pragmática e inmediatista” (n. 47).
d) Responsabilidad de los legisladores en la protección de la vida: en el capítulo 9 que se titula “Familia, personas y vida”, ubicado en la tercera parte dedicada a “La vida de Jesucristo para nuestros pueblos”, se señala la esperanza de que “legisladores, gobernante y profesionales de la salud, conscientes de la dignidad de la vida humana y del arraigo de la familia en nuestros pueblos, la defiendan y protejan de los crímenes abominables del aborto y de la eutanasia” (n. 436).
e) Objeción de conciencia: constatando la realidad de las “leyes y disposiciones gubernamentales que son injustas a la luz de la fe y la razón”, los Obispos señalan que “se debe favorecer la objeción de conciencia” (n. 436). En el mismo sentido, al hablar de las acciones promovidas para edificar una cultura de la vida se señala la de “asegurar que la objeción de conciencia se integre en las legislaciones y velar para que sea respetada por las administraciones públicas” (n. 469 i). Esta necesidad de “asegurar” la objeción de conciencia surge de que “en algunos Estados” ha aumentado “el desprecio a la objeción de conciencia” (n. 80).
f) Coherencia eucarística: en continuidad con esta línea testimonial, recogiendo la reciente exhortación “Sacramentum Caritatis”, se señala que “debemos atenernos a la ‘coherencia eucarística’, es decir, ser conscientes de que no pueden recibir la sagrada comunión y al mismo tiempo actuar con hechos o palabras contra los mandamientos, en particular cuando se propician el aborto, la eutanasia y otros delitos contra la vida y la familia” (n. 436). Se trata de una responsabilidad que “pesa de manera particular sobre los legisladores, gobernantes y los profesionales de la salud” (n. 436).
g) Promover políticas y leyes favorables a la vida y la familia: entre las acciones que se promueve en el marco de la pastoral familiar, se incluye la de “promover, en diálogo con los gobiernos y la sociedad, políticas y leyes a favor de la vida, del matrimonio y la familia” (n. 437 d).
h) Nuevos retos de la cultura de la vida: en el mismo capítulo 9, al considerar el tema de la “cultura de la vida”, se señala que existen hoy “retos nuevos que nos piden ser voz de los que no tienen voz” (n. 467). Entre los que no tienen voz y son “un reclamo de vida digna que grita al cielo y que no puede dejar de estremecer” se resalta al “niño que está creciendo en el seno materno” y a “las personas que se encuentran en el ocaso de sus vidas” (n. 467).
i) Crímenes abominables: frente a este reclamo de los que no tienen voz, se denuncia con particular firmeza que “la liberalización y banalización de las prácticas abortivas son crímenes abominables, al igual que la eutanasia, la manipulación genética y embrionaria, ensayos médicos contrarios a la ética, pena capital , y tantas otras maneras de atentar contra la dignidad y la vida del ser humano” (n. 467).
j) La vida, fundamento de los derechos humanos: en consonancia con las enseñanzas de Juan Pablo II en su Encíclica “Evangelium Vitae”, los Obispos denuncian la centralidad de la defensa de la vida en la convivencia humana, pues “si queremos sostener un fundamento sólido e inviolable para los derechos humanos, es indispensable reconocer que la vida humana debe ser defendida siempre, desde el momento mismo de la fecundación. De otra manera, las circunstancias y conveniencias de los poderosos siempre encontrarán excusas para maltratar a las personas” (n. 467). Tal dimensión social del derecho a la vida es reconocida con alegría en la primera parte, cuando se “bendice” a Dios Padre “porque todo hombre abierto sinceramente a la verdad y al bien, aún entre dificultades e incertidumbres, puede llegar a descubrir en la ley natural escrita en su corazón (cf. Rm. 2, 14-15), el valor sagrado de la vida humana, desde su inicio hasta su término natural, y afirmar el derecho de cada ser humano a ver respetado totalmente este bien primario suyo. En el reconocimiento de este derecho, se fundamenta la convivencia humana y la misma comunidad política” (n. 108).
k) Participación laical: entre las acciones impulsadas para edificar la cultura de la vida se señala la de “promover la formación y acción de laicos competentes, animarlos a organizarse para defender la vida y la familia, y alentarlos a participar en organismos nacionales e internacionales” (n. 469 h)
Junto con este análisis centrado en el tema legislativo, no puede dejar de señalarse cómo el tema de la Vida está presente a lo largo de todo el documento, comenzando por el mismo título que congregó a la Conferencia General: “Discípulos y misioneros de Jesucristo para que nuestros pueblos en Él tengan vida”. De esta manera, lejos de una aproximación “activista” al tema de la cultura de la vida o de un enfoque puramente estratégico o centrado en algunas acciones aisladas, nos animamos a decir que en Aparecida la cuestión de las leyes sobre la vida se comprende a la luz de la gran misión del cristiano, que es ser discípulo de Jesucristo, para compartir su misma vida trinitaria, y llevarla como misionero a los pueblos para que en Él tengan vida.
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