(1922-1962)
"La tendremos que someter a una intervención quirúrgica, o de lo contrario su vida está en riesgo mortal". Quizá estas fueron las palabras del médico que atendió a Gianna Beretta, una italiana, quien estando enferma de cáncer, decidió seguir adelante con el embarazo de su cuarto hijo antes que someterse a una operación que la pudo haber salvado, a costa de la vida del no nacido.
Transcurridos 31 años, el Papa Juan Pablo II beatificó el 24 de abril de 1994 a Gianna, convirtiéndola en un símbolo de la defensa de la vida. Su esposo, Pietro Molla, y su hija Gianna Emanuella, por la que Gianna Beretta dio la vida, estuvieron presentes en la beatificación.
¿Quién fue?
Gianna fue la séptima de trece hijos, de una familia de clase media de Lombardía (al norte de Italia) Estudió medicina y se especializó en pediatría, profesión que compaginó con su tarea de madre de familia. Quienes la conocían dicen que fue una mujer activa y llena de energía, que conducía su propio vehículo, algo poco común en esos días, esquiaba, tocaba el piano y disfrutaba yendo con sus esposo a los conciertos en el conservatorio de Milán.
El marido de Gianna, el ingeniero Pietro Molla, recordó hace algunos años a su esposa como una persona completamente normal, pero con una indiscutible confianza en la Providencia.
Según el ingeniero Molla, el último gesto heroico de Gianna fue una consecuencia coherente de una vida gastada día a día en la búsqueda del cumplimiento del Plan de Dios. "Cuando se dio cuente de la terrible consecuencia de su gestación y el crecimiento de un gran fibroma recuerda el esposo de Gianna, su primera reacción, razonada, fue pedir que se salvara el niño que tenía en su seno".
El ingeniero Molla manifestó que "le habían aconsejado una intervención quirúrgica… Esto le habría salvado la vida con toda seguridad. El aborto terapéutica y la extirpación del fibroma, le habrían permitido más adelante tener otros niños". "Gianna eligió la solución que era más arriesgada para ella".
Gianna falleció el 28 de abril de 1962, con 39 años de edad, una semana después de haber dado a luz.
El esposo de Gianna Beretta narra sus experiencias
"Al buscar entre los recuerdos de Gianna , recuerda el esposo de la beata Gianna Beretta, encontré en un libro de oraciones una pequeña imagen en la que, al dorso, Gianna había escrito de su puño y letra estas pocas palabras: "Señor, haz que la luz que se ha encendido en mi alma no se apague jamás".
Con ésta y otra anécdotas, combinadas con emotivas reflexiones, Pietro Molla reveló los perfiles desconocidos de su esposa Gianna Beretta, fallecida en 1962 y beatificada el 24 de abril de 1994 por el Papa Juan Pablo II. En una emotiva entrevista concedida a la periodista Giuliana Peluchi, Pietro dibujó un perfil de Gianna que definió con una sola frase: "Mi esposa era una santa normal".
Peluchi, autora de un libro sobre la vida de Giannna, recibió una repentina llamada de Pietro Molla, con quien se había reunido en numerosas ocasiones para elaborar la biografía de la "madre coraje" que prefirió ofrecer su vida antes de aceptar la operación que le costaría la vida a la niña que llevaba en su vientre.
"Van a beatificar a Gianna", le dijo Pietro, emocionado, por teléfono. La periodista, atónita, solo atinó a pedirle una última entrevista, ya no en busca de datos biográficos, sino para escuchar un testimonio de Pietro sobre la vida de su esposa.
"Jamás creí estar viviendo con una santa. Mi esposa tenía infinita confianza en la Providencia y era una mujer llena de alegría de vivir. Era feliz, amaba a su familia, amaba su profesión de médica, también amaba su casa, la música, la montaña, las flores y todas las cosas bellas que Dios nos ha donado", confesó a la entrevistadora Pietro Molla, mientras sus ojos brillaban de intensa emoción. "Siempre me pareció una mujer completamente normal pero, como me dijo Monseñor Carlo Colombo, la santidad no está solo hecha de signos extraordinarios. Está hecha, sobre todo, de la adhesión cotidiana a los designio inescrutables de Dios", agregó.
La oración que Gianna Beretta escribiera en el reverso de aquella imagen pidiendo que la luz de la gracia no se apagase en ella jamás, se hizo, según su esposo, realidad: "ahora veo que esta luz, que ha alegrado durante un tiempo lamentablemente brevísimo mi vida y la de mis hijos, se difunde como una bendición sobre quien la conoció y la amó. Sobre quienes le rezan y se encomiendan a su intercesión ante Dios. Y esto me hace revivir, de manera acongojada, el privilegio que el Señor me concedió de compartir con Gianna una parte de mi vida".
"Mis sentimientos sobre la beatificación, dice emocionado, tienen múltiples matices, de sorpresa, casi de maravilla, de agradecimiento a Dios y de aceptación jubilosa, ciertamente feliz y singular, de este don de la Divina Providencia, que también considero un reconocimiento a todas las innumerables madres desconocidas, heroicas como Gianna, en su amor materno y en su vida".
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