...o el hombre que no quería estar completo
P. Ricardo B. Mazza
Fuente: politicaydesarrollo.com.ar
- Vengo para que me indiques los pasos a seguir para que me corten la pierna izquierda.
- Pero si está perfecta...
- Es mía y tengo derecho a decidir sobre mi cuerpo.
1.- Un presente anunciado.
El 18 de febrero de 2005, la página Política y Desarrollo publicó un artículo de mi autoría titulado ¿Hacia el homicidio institucionalizado?.
En el citado escrito, entre otras cosas, ante la inminencia de ser aprobada en la provincia de Santa Fe la ley de mutilación de la facultad procreativa humana llamada esterilización quirúrgica, predecía que el plan en este aspecto consistía en ir aprobando en las provincias esa concesión mutilante, para que ante “el clamor” provincial, el parlamento nacional se viera constreñido a aprobar esto para todo el país.
El correr del tiempo, ya más de un año, me dio la razón.
En efecto, hoy ya está el proyecto en la cámara de diputados de la Nación, y no se visualiza que quede postergado, a causa de la presión de tantos intereses en juego.
No soy adivino, pero trato de hacer siempre una lectura de los acontecimientos diarios que hacen previsibles los hechos que se van sucediendo.
2.- La mutilación de los cuerpos.
Trataré ahora de analizar este tema lo más racional posible, teniendo en cuenta que el hombre debe regirse por la recta razón en todos sus actos, esbozando al mismo tiempo un camino superador de la decadencia en que yacemos.
Supongamos que un hombre visita a su médico y amigo, y le dice:
-“Vengo para que me indiques los pasos a seguir para que me corten la pierna izquierda”.
Pasado el primer momento de desconcierto ante el pedido, y luego de desechar un pensamiento acerca de si su amigo estaba en sus cabales, le responde:
-“Te examinaré para ver que tenés”, y antes que su amigo responda comienza a revisar la pierna en cuestión.
-“No hay nada, está perfecta”.
-“Pero es que yo quiero que me la corten”.
Dudando ya de la lucidez de su amigo intenta convencerlo de lo irracional de su pedido y de las penas que le sobrevendrían a él por hacerle caso. Pero el amigo insiste: -“Tengo derecho a mi cuerpo, y por lo tanto reitero el pedido.”
El médico que estudió Teología Moral durante su carrera en una universidad católica, desempolva sus conocimientos y responde:
-“Es verdad que tienes derecho sobre tu cuerpo, pero esto significa que como persona, revestido de dignidad, debes ser respetado en tu integridad física y que nadie puede mutilar alguna parte de tu cuerpo, a menos que estuvieras enfermo y corriera peligro el todo corporal por la enfermedad de alguna parte.
Si tu pierna, por ejemplo, tuviera gangrena sería lícita la intervención para salvar tu vida. Pero no es tu caso y, por otra parte, además del derecho a la integridad física, que no debe ser vulnerada, salvo en caso en enfermedad,-repito-, tienes el deber de cuidar tu salud y tu vida para poner al servicio de la comunidad los dones que el Señor te ha dado.
Más aún, el Estado, que debe velar por el bien común a través de sus autoridades, tiene el deber, -correspondiente a tu derecho-, de brindarte subsidiariamente aquellos medios que vos no podés alcanzar por ti mismo para salvaguardar tu integridad física. Y consecuentemente, la Patria tiene el derecho de exigirte el cuidado de tu salud para que puedas integrarte al todo nacional y contribuir a su perfeccionamiento a través de tus cualidades.
Acceder a tu pedido, es totalmente irracional, ya que no se dan las condiciones para su realización y tampoco el estado puede permitir tal amputación, cuando el organismo está perfectamente sano, aduciendo una “libertad irrestricta” para que hagas lo que quieras, ya que el uso de la libertad supone siempre un basamento en la verdad de las cosas”.
3.- La mutilación de los órganos procreativos.
Lo expuesto anteriormente pretende desde una óptica racional y totalmente desapasionada, enfocar el problema en su verdadera dimensión.
Según el razonamiento expuesto anteriormente, la esterilización quirúrgica de los órganos genitales, ya sea la atadura de trompas para la mujer o la vasectomía para el hombre, con la sola finalidad de constituir de modo permanente un medio anticonceptivo, es una verdadera mutilación y por lo tanto no querida por el Creador que siempre desea nuestra integridad física, a no ser que medie, como dijimos más arriba, alguna enfermedad que afecte a la totalidad del cuerpo.
En el caso de mutilación de los órganos genitales, la intervención quirúrgica adquiere una gravedad mayor toda vez que dichos órganos están íntimamente relacionados con la posibilidad de dar vida y por lo tanto contribuir con el Plan del Creador.
Al respecto afirma magníficamente el Papa Pablo VI: “En la misión de transmitir la vida, los esposos no quedan, por tanto, libres para proceder arbitrariamente, como si ellos pudiesen determinar de manera completamente autónoma los caminos lícitos a seguir, sino que deben conformar su conducta a la intención creadora de Dios, manifestada en la misma naturaleza del matrimonio y de sus actos y constantemente enseñada por la Iglesia” (Enc. Humanae Vitae nº 10).
Y sigue diciendo Pablo VI sobre la utilización de medios terapéuticos: “La Iglesia, en cambio, no retiene de ningún modo ilícito el uso de los medios terapéuticos verdaderamente necesarios para curar enfermedades del organismo, a pesar de que se siguiese un impedimento, aun previsto, para la procreación, con tal de que ese impedimento no sea, por cualquier motivo, directamente querido” (nº 15).
4.- La legitimación jurídica.
En la mentalidad actual se piensa que cuando se le da un encuadre jurídico a estas cuestiones, no se obliga a nadie a someterse a lo permitido por la ley, y que por lo tanto quien considere la malicia de ésta, no tiene por qué hacer uso de ella. Pero que –se razona-, a aquellos que no comparten los mismos postulados éticos se les deben dar normas apropiadas a su sentir.
En rigor, si bien nadie está obligado a usar de estas leyes permisivas del mal, nadie puede negar, como lo recuerdan Juan Pablo II y Benedicto XVI, que la legitimación de éstas prácticas llevan a pensar a un gran número de ciudadanos, que las mismas gozan de bondad por el sólo hecho de ser legislada su permisión.
“La ley humana, -razona Santo Tomás de Aquino-, es tal en cuanto está conforme con la recta razón y, por tanto, deriva de la ley eterna. En cambio, cuando una ley está en contraste con la razón, se la denomina ley inicua; sin embargo, en este caso deja de ser ley y se convierte más bien en un acto de violencia” (Suma Teológica I-II q. 93, a 3, ad 2um). Y añade: “Toda ley puesta por los hombres tiene razón de ley en cuanto deriva de la ley natural. Por el contrario, si contradice en cualquier cosa a la ley natural, entonces no será ley sino corrupción de la ley” (ST q. 95, a.2).
La vigencia de la democracia tampoco implica que es lícito hacer cualquier cosa como muchas veces se piensa, ya que “la democracia no puede mitificarse convirtiéndola en un sustitutivo de la moralidad o una panacea de la inmoralidad. Fundamentalmente es un “ordenamiento” y, como tal, un instrumento y no un fin. Su carácter “moral” no es automático, sino que depende de su conformidad con la ley moral a la que, como cualquier otro comportamiento humano, debe someterse; esto es, depende de la moralidad de los fines que persigue y los medios de que se sirve.” (Juan Pablo II Encíclica Evangelium Vitae nº 70).
5.- La mutilación de la justicia
Hace pocos días la justicia, según los medios de información, aprobó que una madre de cuatro hijos, sumida en la pobreza, pudiera acceder a la atadura de trompas como método anticonceptivo, sin que por ello se pretenda solucionar el estado de postración en que viven los pobres “en la tierra del pan”.
Tal hecho, aparentemente legítimo, constituye una violación palmaria del derecho que tiene esa persona a la integridad física, máxime cuando esta persona, así engañada, es incapaz de reclamar por la satisfacción de otros derechos suyos abierta y permanentemente vulnerados: a la vivienda digna, a la salud, al trabajo, a la alimentación etc.
Cabe señalar aquí que, como enseña Santo Tomás de Aquino, el objeto de la justicia es el derecho.
En consonancia con esto, quienes deben administrar justicia han de buscar y proteger los derechos de las personas.
Es decir que en lugar de vulnerar el derecho a la integridad física –como en este caso- debieran exigir al Estado no el suprimir a los pobres “futuribles”, sino la pobreza, con medidas y leyes que promuevan la familia, y les permitan vivir con el pan conseguido a través de un trabajo digno.
Las naciones europeas que languidecen en la vejez a causa de años de políticas anticonceptivas, comienzan a revertir esa situación, atentos a las deletéreas consecuencias de sus desguisados de antaño.
Nuestra Patria, en lugar de adquirir experiencia de los fracasos ajenos se envenena con ideologías foráneas, que sólo buscan despoblar la Nación para poder así quedarse con las riquezas de nuestro suelo.
De hecho, tales expolios de nuestras riquezas ya comienzan a visualizarse en la actualidad, y se oyen voces tímidas de protesta ante la degradación del suelo y la pérdida o falta de explotación de nuestras riquezas a favor de los ciudadanos.
Mientras los de afuera se enriquecen, con el consentimiento y complacencia de nuestros gobernantes, gran parte del pueblo argentino padece hambre y carece de lo elemental para desarrollarse como personas.
Mientras se llevan otros el agua potable, ¡cuántos hermanos nuestros no tienen para beber más que agua contaminada!
Mientras en Europa premian a quienes tienen hijos, y de esa manera apuestan a revertir su situación fortaleciendo la familia, nosotros estamos invadidos por costosas campañas contra la vida y la familia.
¡Despierten quienes nos gobiernan! ¡ No sean cómplices con políticas dañinas a nuestro pueblo! Copien de los europeos la promoción de la familia, la cultura del trabajo, la educación sabia que permita a todos conocer sus derechos verdaderos y correlativos deberes.
¡Es necesario dejar de lado tanta mezquindad, tanto bombardeo antivida y consumista, con falsas esperanzas de una opulencia que nunca llega!
La única manera de eliminar la pobreza es promover al pobre, o ¿será acaso que no quieren sacar al hermano de su postración cultural, económica y social para no perder los votos que la dádiva provee?
¡ Estos pecados claman al cielo!
¡Quiera el Señor poner su mano salvadora sobre nuestra querida Patria!
Santa Fe, 23 de Junio de 2006, en la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús.
P. Ricardo B. Mazza
Fuente: politicaydesarrollo.com.ar
- Vengo para que me indiques los pasos a seguir para que me corten la pierna izquierda.
- Pero si está perfecta...
- Es mía y tengo derecho a decidir sobre mi cuerpo.
1.- Un presente anunciado.
El 18 de febrero de 2005, la página Política y Desarrollo publicó un artículo de mi autoría titulado ¿Hacia el homicidio institucionalizado?.
En el citado escrito, entre otras cosas, ante la inminencia de ser aprobada en la provincia de Santa Fe la ley de mutilación de la facultad procreativa humana llamada esterilización quirúrgica, predecía que el plan en este aspecto consistía en ir aprobando en las provincias esa concesión mutilante, para que ante “el clamor” provincial, el parlamento nacional se viera constreñido a aprobar esto para todo el país.
El correr del tiempo, ya más de un año, me dio la razón.
En efecto, hoy ya está el proyecto en la cámara de diputados de la Nación, y no se visualiza que quede postergado, a causa de la presión de tantos intereses en juego.
No soy adivino, pero trato de hacer siempre una lectura de los acontecimientos diarios que hacen previsibles los hechos que se van sucediendo.
2.- La mutilación de los cuerpos.
Trataré ahora de analizar este tema lo más racional posible, teniendo en cuenta que el hombre debe regirse por la recta razón en todos sus actos, esbozando al mismo tiempo un camino superador de la decadencia en que yacemos.
Supongamos que un hombre visita a su médico y amigo, y le dice:
-“Vengo para que me indiques los pasos a seguir para que me corten la pierna izquierda”.
Pasado el primer momento de desconcierto ante el pedido, y luego de desechar un pensamiento acerca de si su amigo estaba en sus cabales, le responde:
-“Te examinaré para ver que tenés”, y antes que su amigo responda comienza a revisar la pierna en cuestión.
-“No hay nada, está perfecta”.
-“Pero es que yo quiero que me la corten”.
Dudando ya de la lucidez de su amigo intenta convencerlo de lo irracional de su pedido y de las penas que le sobrevendrían a él por hacerle caso. Pero el amigo insiste: -“Tengo derecho a mi cuerpo, y por lo tanto reitero el pedido.”
El médico que estudió Teología Moral durante su carrera en una universidad católica, desempolva sus conocimientos y responde:
-“Es verdad que tienes derecho sobre tu cuerpo, pero esto significa que como persona, revestido de dignidad, debes ser respetado en tu integridad física y que nadie puede mutilar alguna parte de tu cuerpo, a menos que estuvieras enfermo y corriera peligro el todo corporal por la enfermedad de alguna parte.
Si tu pierna, por ejemplo, tuviera gangrena sería lícita la intervención para salvar tu vida. Pero no es tu caso y, por otra parte, además del derecho a la integridad física, que no debe ser vulnerada, salvo en caso en enfermedad,-repito-, tienes el deber de cuidar tu salud y tu vida para poner al servicio de la comunidad los dones que el Señor te ha dado.
Más aún, el Estado, que debe velar por el bien común a través de sus autoridades, tiene el deber, -correspondiente a tu derecho-, de brindarte subsidiariamente aquellos medios que vos no podés alcanzar por ti mismo para salvaguardar tu integridad física. Y consecuentemente, la Patria tiene el derecho de exigirte el cuidado de tu salud para que puedas integrarte al todo nacional y contribuir a su perfeccionamiento a través de tus cualidades.
Acceder a tu pedido, es totalmente irracional, ya que no se dan las condiciones para su realización y tampoco el estado puede permitir tal amputación, cuando el organismo está perfectamente sano, aduciendo una “libertad irrestricta” para que hagas lo que quieras, ya que el uso de la libertad supone siempre un basamento en la verdad de las cosas”.
3.- La mutilación de los órganos procreativos.
Lo expuesto anteriormente pretende desde una óptica racional y totalmente desapasionada, enfocar el problema en su verdadera dimensión.
Según el razonamiento expuesto anteriormente, la esterilización quirúrgica de los órganos genitales, ya sea la atadura de trompas para la mujer o la vasectomía para el hombre, con la sola finalidad de constituir de modo permanente un medio anticonceptivo, es una verdadera mutilación y por lo tanto no querida por el Creador que siempre desea nuestra integridad física, a no ser que medie, como dijimos más arriba, alguna enfermedad que afecte a la totalidad del cuerpo.
En el caso de mutilación de los órganos genitales, la intervención quirúrgica adquiere una gravedad mayor toda vez que dichos órganos están íntimamente relacionados con la posibilidad de dar vida y por lo tanto contribuir con el Plan del Creador.
Al respecto afirma magníficamente el Papa Pablo VI: “En la misión de transmitir la vida, los esposos no quedan, por tanto, libres para proceder arbitrariamente, como si ellos pudiesen determinar de manera completamente autónoma los caminos lícitos a seguir, sino que deben conformar su conducta a la intención creadora de Dios, manifestada en la misma naturaleza del matrimonio y de sus actos y constantemente enseñada por la Iglesia” (Enc. Humanae Vitae nº 10).
Y sigue diciendo Pablo VI sobre la utilización de medios terapéuticos: “La Iglesia, en cambio, no retiene de ningún modo ilícito el uso de los medios terapéuticos verdaderamente necesarios para curar enfermedades del organismo, a pesar de que se siguiese un impedimento, aun previsto, para la procreación, con tal de que ese impedimento no sea, por cualquier motivo, directamente querido” (nº 15).
4.- La legitimación jurídica.
En la mentalidad actual se piensa que cuando se le da un encuadre jurídico a estas cuestiones, no se obliga a nadie a someterse a lo permitido por la ley, y que por lo tanto quien considere la malicia de ésta, no tiene por qué hacer uso de ella. Pero que –se razona-, a aquellos que no comparten los mismos postulados éticos se les deben dar normas apropiadas a su sentir.
En rigor, si bien nadie está obligado a usar de estas leyes permisivas del mal, nadie puede negar, como lo recuerdan Juan Pablo II y Benedicto XVI, que la legitimación de éstas prácticas llevan a pensar a un gran número de ciudadanos, que las mismas gozan de bondad por el sólo hecho de ser legislada su permisión.
“La ley humana, -razona Santo Tomás de Aquino-, es tal en cuanto está conforme con la recta razón y, por tanto, deriva de la ley eterna. En cambio, cuando una ley está en contraste con la razón, se la denomina ley inicua; sin embargo, en este caso deja de ser ley y se convierte más bien en un acto de violencia” (Suma Teológica I-II q. 93, a 3, ad 2um). Y añade: “Toda ley puesta por los hombres tiene razón de ley en cuanto deriva de la ley natural. Por el contrario, si contradice en cualquier cosa a la ley natural, entonces no será ley sino corrupción de la ley” (ST q. 95, a.2).
La vigencia de la democracia tampoco implica que es lícito hacer cualquier cosa como muchas veces se piensa, ya que “la democracia no puede mitificarse convirtiéndola en un sustitutivo de la moralidad o una panacea de la inmoralidad. Fundamentalmente es un “ordenamiento” y, como tal, un instrumento y no un fin. Su carácter “moral” no es automático, sino que depende de su conformidad con la ley moral a la que, como cualquier otro comportamiento humano, debe someterse; esto es, depende de la moralidad de los fines que persigue y los medios de que se sirve.” (Juan Pablo II Encíclica Evangelium Vitae nº 70).
5.- La mutilación de la justicia
Hace pocos días la justicia, según los medios de información, aprobó que una madre de cuatro hijos, sumida en la pobreza, pudiera acceder a la atadura de trompas como método anticonceptivo, sin que por ello se pretenda solucionar el estado de postración en que viven los pobres “en la tierra del pan”.
Tal hecho, aparentemente legítimo, constituye una violación palmaria del derecho que tiene esa persona a la integridad física, máxime cuando esta persona, así engañada, es incapaz de reclamar por la satisfacción de otros derechos suyos abierta y permanentemente vulnerados: a la vivienda digna, a la salud, al trabajo, a la alimentación etc.
Cabe señalar aquí que, como enseña Santo Tomás de Aquino, el objeto de la justicia es el derecho.
En consonancia con esto, quienes deben administrar justicia han de buscar y proteger los derechos de las personas.
Es decir que en lugar de vulnerar el derecho a la integridad física –como en este caso- debieran exigir al Estado no el suprimir a los pobres “futuribles”, sino la pobreza, con medidas y leyes que promuevan la familia, y les permitan vivir con el pan conseguido a través de un trabajo digno.
Las naciones europeas que languidecen en la vejez a causa de años de políticas anticonceptivas, comienzan a revertir esa situación, atentos a las deletéreas consecuencias de sus desguisados de antaño.
Nuestra Patria, en lugar de adquirir experiencia de los fracasos ajenos se envenena con ideologías foráneas, que sólo buscan despoblar la Nación para poder así quedarse con las riquezas de nuestro suelo.
De hecho, tales expolios de nuestras riquezas ya comienzan a visualizarse en la actualidad, y se oyen voces tímidas de protesta ante la degradación del suelo y la pérdida o falta de explotación de nuestras riquezas a favor de los ciudadanos.
Mientras los de afuera se enriquecen, con el consentimiento y complacencia de nuestros gobernantes, gran parte del pueblo argentino padece hambre y carece de lo elemental para desarrollarse como personas.
Mientras se llevan otros el agua potable, ¡cuántos hermanos nuestros no tienen para beber más que agua contaminada!
Mientras en Europa premian a quienes tienen hijos, y de esa manera apuestan a revertir su situación fortaleciendo la familia, nosotros estamos invadidos por costosas campañas contra la vida y la familia.
¡Despierten quienes nos gobiernan! ¡ No sean cómplices con políticas dañinas a nuestro pueblo! Copien de los europeos la promoción de la familia, la cultura del trabajo, la educación sabia que permita a todos conocer sus derechos verdaderos y correlativos deberes.
¡Es necesario dejar de lado tanta mezquindad, tanto bombardeo antivida y consumista, con falsas esperanzas de una opulencia que nunca llega!
La única manera de eliminar la pobreza es promover al pobre, o ¿será acaso que no quieren sacar al hermano de su postración cultural, económica y social para no perder los votos que la dádiva provee?
¡ Estos pecados claman al cielo!
¡Quiera el Señor poner su mano salvadora sobre nuestra querida Patria!
Santa Fe, 23 de Junio de 2006, en la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús.
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